Hace dos semanas se cumplieron tres años desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, un hecho que marcó para el Kremlin el mayor aislamiento en la historia moderna de la nación. Desde entonces, el país liderado por Vladimir Putin ha sido excluido de casi todos los escenarios internacionales, con escasas posibilidades de que su Gobierno, tras 25 años en el poder, recupere la confianza global debido a las denuncias de crímenes de guerra.
Ahora, en medio de duras tensiones entre Washington y Ucrania por cuenta de que el Gobierno de Donald Trump exige un fin de la guerra lo más pronto posible, la Casa Blanca ha salido casi en respaldo del mandatario ruso y ha presionado a Kiev en lo máximo de sus capacidades, cortándole la ayuda militar y de inteligencia, mientras que con el Kremlin negocia el restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Vladimir Putin siempre ha sabido jugar sus cartas, y meses antes de las elecciones apostó por Donald Trump, con quien mantuvo una relación más que cordial durante el primer mandato del republicano. Fueron cuatro años en los que la imagen del líder ruso se consolidó en la comunidad internacional, a pesar de las constantes denuncias que lo han rodeado.
Con la ruptura entre Volodímir Zelenski y Donald Trump, Putin está en este momento en una posición casi inmejorable, pues mientras Ucrania exige a como dé lugar garantías de seguridad para cualquier acuerdo de cese al fuego, Washington no solo las descarta, sino que parece listo para que toda firma de paz sea sin el beneplácito de Kiev. Trump ha sacado a los ucranianos de la conversación, acusándolos de iniciar la guerra, de seguirla y de no querer terminarla.
“El gran beneficiado es Vladimir Putin, no solo porque tendrá un respiro en el contexto militar, sino también político al romper el cerco diplomático y el aislamiento que se le impuso a raíz de la invasión. En otras palabras, se legitima de alguna manera el régimen de Moscú, al volverse de nuevo un interlocutor aceptado y cuyos reclamos de alguna manera también son legítimos”, asegura a SEMANA Jesús Agreda Rudenko, profesor de la Universidad del Rosario.
Con Estados Unidos jugando del lado del Kremlin, parece difícil creer que Vladimir Putin vaya a tener mayores consecuencias en el futuro, más allá de una pérdida de estatus bastante grande, esto a pesar de que la misma Corte Penal Internacional tiene una orden de captura contra el líder ruso. Pero si hay países que han demostrado trazar una línea bastante amplia con el régimen de Rusia y con el mismo Donald Trump, son los de la Unión Europea.
El muro de contención
El Viejo Continente ha sido clave en el apoyo a Zelenski, convirtiéndose en un socio tan importante o incluso más que Estados Unidos durante estos tres años de guerra. Tras el enfrentamiento con Donald Trump en la Casa Blanca, casi todos los líderes de la Unión Europea reaccionaron de inmediato respaldando al mandatario ucraniano y aseguraron que no lo dejarían solo. Además, se comprometieron a compensar gran parte de la ayuda militar que Washington decidió cortar abruptamente.
El único mandatario que no se la ha jugado con Volodímir Zelenski es el presidente de Hungría, Viktor Orbán, conocido socio y aliado de Trump y Putin. De resto, toda la Unión Europea actúa en un bloque no solo de respaldo, sino de contención a Rusia, y parece dispuesta a jugársela completamente contra el Kremlin, acusando su reiterada falta de compromiso por la paz en el Viejo Continente.
“El presidente francés Emmanuel Macron ha afirmado que Rusia no sabe respetar límites. Esto indica que, aunque Estados Unidos, como el Estado occidental más poderoso militar y económicamente, mantiene un diálogo, no significa que el resto de Occidente, especialmente Europa Occidental y otros países, estén dispuestos a dar la misma bienvenida a Putin”, señala Enrique Prieto, profesor de la Universidad del Rosario.
Hay dos líderes que están liderando esa coalición contra Putin: Macron y el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer. Ambos se la juegan con las garantías de seguridad que exige Zelenski para el fin de la guerra, que se pueden traducir en el ingreso de Ucrania a la Otan o la presencia permanente de otros ejércitos en territorio ucraniano para defenderlo en caso de que Rusia vuelva a atacar.
Esta propuesta, impulsada por el líder británico, ha sido rechazada por Estados Unidos, lo que implicaría que los propios europeos tendrían que enviar sus soldados a territorio ucraniano. Aunque esto no generaría oposición de Donald Trump, varios líderes de la Unión Europea no parecen estar tan dispuestos. Un caso destacado es el de España, donde el presidente Pedro Sánchez, pese a haber visitado Kiev en varias ocasiones, rechazó la posibilidad de que su país envíe tropas a Ucrania.
Macron, por su parte, aseguró que el camino para Europa es el rearme, a la vez que pidió a sus vecinos mantener una disuasión nuclear contra Rusia, a la que acusó de “convertir el conflicto ucraniano en un conflicto global”, además “viola nuestras fronteras para asesinar a opositores, manipula las elecciones en Rumania y Moldavia, y organiza ciberataques contra nuestros hospitales para bloquear su funcionamiento”.
Rusia ha incumplido tres acuerdos con Ucrania (Budapest, Minsk y Minsk II), en todos ellos el Kremlin se había comprometido a respetar la autonomía del territorio ucraniano. Por esta razón, Zelenski ha insistido en la necesidad de garantías de seguridad y se ha mostrado reacio a firmar el primer acuerdo que Putin proponga. Sin embargo, las presiones de Donald Trump podrían alterar esta postura, poniendo a Kiev en riesgo de ser el gran perdedor una vez más.
“Es muy probable un cese al fuego y después los tratados de paz, que supondrán un penoso reparto de territorio, y una serie de factores que son impresentables para la opinión pública internacional. Pero si se hacen en secreto, con la debida prudencia, seguramente, y se aprueban por las dos partes, en este caso también por Ucrania, seguramente en un tiempo cercano a un año veremos ya los primeros resultados de este acuerdo y sus beneficios a mediano plazo”, explica Enrique Serrano, profesor de la Universidad del Rosario.
Por ahora, Europa se mantiene en medio del conflicto, tratando de impedir que Rusia logre sus objetivos, mientras que Trump busca poner fin a la guerra lo antes posible para evitar más derramamiento de sangre. Con estas posturas enfrentadas, aunque los expertos consideran posible alcanzar un punto intermedio, el desenlace sigue siendo incierto en este momento.