El sombrío clima de enero en Copenhague coincide con el estado de ánimo de los políticos y líderes empresariales de Dinamarca.

«Tomamos esta situación muy, muy en serio», declaró el ministro de Asuntos Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, al referirse a las amenazas de Donald Trump de adquirir Groenlandia y castigar a Dinamarca con altos aranceles si se interpone.

Pero agregó que el gobierno no tiene «ninguna ambición de intensificar una guerra de palabras».

La primera ministra, Mette Frederiksen, restó importancia a la sugerencia de Trump de que Estados Unidos podría usar la fuerza militar para apoderarse de Groenlandia.

«No tengo la fantasía de imaginar que alguna vez lleguemos a eso», dijo la mandataria a la televisión danesa.

Y Lars Sandahl Sorensen, director ejecutivo de la patronal Industria Danesa, también aseguró que había «todas las razones para mantener la calma… nadie tiene interés en una guerra comercial».

Sin embargo, tras bastidores se han estado celebrando reuniones de alto nivel organizadas apresuradamente en Copenhague durante toda la semana, un reflejo del shock causado por las declaraciones de Trump.

El miércoles, el primer ministro de Groenlandia, Mute Egede, viajó para reunirse con la mandataria y el rey Federico X.

Y el jueves por la noche, los líderes de partidos de todo el espectro político sostuvieron una reunión extraordinaria sobre la crisis con Frederiksen en el Parlamento.

Un difícil ejercicio de equilibrismo

Frente a lo que muchos en Dinamarca califican como una «provocación» de Trump, Frederiksen ha intentado adoptar un tono conciliador, refiriéndose repetidamente a EE.UU. como «el socio más cercano de Dinamarca».

También consideró «natural» que Washington estuviera preocupado por el Ártico y Groenlandia.

Sin embargo, dejó en claro que cualquier decisión sobre el futuro del territorio insular dependerá únicamente de su gente. «Groenlandia pertenece a los groenlandeses… y son los propios groenlandeses los que tienen que definir su futuro», indicó.

Su enfoque cauteloso es doble.

Por un lado, Frederiksen busca evitar que la situación se agrave. La mandataria ya sufrió en 2019, cuando Trump canceló un viaje a Dinamarca después de que ella dijera que su propuesta de comprar Groenlandia era «absurda».

«En aquel entonces sólo le quedaba un año más en el cargo, luego las cosas volvieron a la normalidad», dijo a la BBC el veterano periodista político Erik Holstein.

«Pero tal vez esta sea la nueva normalidad», agregó.

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