José Antonio Kast, el candidato más de extrema derecha desde el fin de la dictadura militar de hace 35 años, arrasó en los comicios del domingo, 14 de diciembre, para convertirse en el próximo presidente de Chile.
Con este resultado, Kast confirma las previsiones que auguraban su victoria en segunda vuelta, gracias al apoyo de los candidatos de derecha que perdieron en la primera ronda, donde Jara salió victoriosa.
Aunque Kast perdió las presidenciales frente a Gabriel Boric, su alto caudal de votos y los resultados posteriores (como el fortalecimiento de fuerzas conservadoras en el Congreso y en los procesos constitucionales) evidenciaron un reacomodo del electorado chileno hacia posiciones más conservadoras en materia de orden, economía y seguridad.
Para América Latina, Chile funciona como un laboratorio político. Durante décadas fue ejemplo de estabilidad institucional y reformas graduales; por esta razón, cualquier cambio de rumbo tiene efecto inmediato en el perfil político regional, de cara a una alianza cada vez más estrecha entre ideologías afines.
Kast, un abogado ultraconservador de 59 años, se impuso con un 58 % frente a la comunista moderada Jeannette Jara, que representaba a una coalición de izquierdas y consiguió el 41 %.

El ganador de las elecciones en Chile, un devoto católico y padre de nueve hijos, promete deportar a casi 340.000 migrantes sin papeles, la mayoría venezolanos, y atacar de frente la criminalidad.
Esta ha sido una de las insignias de varios gobiernos de derecha que tuvieron como estandarte la expulsión de indocumentados como medida de seguridad viable para el desarrollo del país, como lo hizo Estados Unidos.
“Estamos contentos, porque hace rato que venimos buscando una mejora. El país venía en decadencia. Tenemos confianza en que con este candidato las cosas van a mejorar”, dijo a la AFP Ricardo Neves, estudiante de Construcción Civil de 31 años, que festejaba frente al comando central de Kast.
El presidente electo cree que Chile “se cae a pedazos”. Este fue su tercer intento de llegar a la presidencia, ahora como candidato del Partido Republicano que fundó hace cinco años, porque la derecha tradicional le parecía muy blanda.

Desde 2010, la derecha y la izquierda se alternan en el poder en Chile en cada elección presidencial. El voto es obligatorio en estas presidenciales por primera vez en más de una década.
Tras la llegada de Kast al poder, el mapa latinoamericano muestra un predominio relativo de gobiernos de izquierda en la región: Brasil, Colombia, México, Venezuela, Cuba y Nicaragua.
En el bloque de centroderecha o derecha se ubican Argentina (tras el giro liberal), Chile, Uruguay, Paraguay, Ecuador, El Salvador, Bolivia y República Dominicana. Perú y Guatemala mantienen posiciones más inestables o híbridas.
En cuanto a Guyana, puede considerarse gobernada por una fuerza de centro-izquierda, aunque con matices.
La situación en Venezuela es relativa, ya que, según los datos y las actas suministradas por la oposición, el presidente legítimo es Edmundo González Urrutia; de este modo, el mapa se pintaría de color azul; sin embargo, el dictador venezolano continúa en el poder.
Este escenario refleja una región políticamente fragmentada, con alternancias frecuentes y electorados cada vez menos ideológicos, donde los resultados responden más a coyunturas económicas y sociales que a alineamientos doctrinarios duraderos.

